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Bajar a la cabina

La cabina de la plaza del Oeste.

Había dos estructuras metálicas en las calles de la ciudad que están desapareciendo: los quioscos y las cabinas. De los primeros queda alguno en determinadas zonas, pero se asistirá, más temprano que tarde, a su defunción. Las cabinas hace tiempo que pasaron a mejor vida, aunque aún quedaba su esqueleto en la calle Toro o en la plaza del Oeste.

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‘Rastro’ en el Oeste

 

[dropcap]E[/dropcap]l mercadillo dominguero de los años ochenta no ha vuelto a la Plaza del Oeste, pero viendo como se ojeaban este domingo discos de vinilo y libros antiguos, oliendo las almendras garrapiñadas y las galletas de jengibre o los bolsos de marroquinería, los que pasan de los cuarenta habrán vuelto a revivir imágenes de antaño, no en blanco y negro, que ya había color.

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Una musa de 800 años

 

[dropcap]I[/dropcap]nspiró a Cervantes, a Lope de Vega, a Lucía de Medrano, a Calderón, a Góngora, a Unamuno, a Martín Gaite, a Jambrina,…  Hablamos de la Universidad de Salamanca, que cumple 800 años y sigue tan lozana.

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Paz de papel

 

[dropcap]S[/dropcap]i construyes mil grullas de papel, cualquier deseo que pidas se cumplirá; eso dice la leyenda japonesa.  Mil grullas de papel penden de un alambre entre dos árboles en la Plaza del Oeste, parece que flotan en el aire. Aquí nos encontramos con Rosa Domínguez, autora de las mil aves. “Las grullas no son mías. Lo fueron cuando las estaba construyendo, pero ahora son de todos, de cada persona que pasa por la plaza y se detiene a mirarlas”.

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