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Opinión

Cuando la homosexualidad era una enfermedad

[dropcap]A[/dropcap]parte de la fraseología condenatoria con la que destacados dirigentes del Partido Popular se despacharon contra la aprobación del matrimonio entre homosexuales durante la primera gobernación de Zapatero, con la manifestación de los obispos como más destacado e insólito episodio de esa oposición, es de recordar la sonada visita que en 2005 hizo al Senado, a instancias de la comisión de justicia del PP, el catedrático de psicopatología Aquilino Polaino.

Este Polaino era director entonces del departamento de Psicología en la universidad San Pablo-CEU, de la Asociación Católica de Propagandistas. El titular de la información publicada al día siguiente por el diario El País fue así de rotundo: El PP lleva al Senado a un experto que afirma que ser gay es una enfermedad. Según Polaino, un padre hostil, violento, alcohólico o distante y una madre sobreprotectora -más con los niños que con las niñas-, fría, necesitada de afecto y emocionalmente vacía, originarían la homosexualidad.
El resultado -proseguía el mentado- son niños que rehúsan los juegos violentos, con ausencia de identificación con sus iguales, ausencia de destrezas motoras para los deportes violentos e incapacidad de defenderse. También padecen fobia social y un 30 por ciento ha sufrido abusos sexuales. Es frecuente, además, la coexistencia con otras enfermedades, aunque ello no implique una relación de causa-efecto, como depresión grave, trastorno obsesivo compulsivo, suicidio, crisis de ansiedad, alto consumo de drogas, trastornos de conducta, esquizofrenia y narcisismo patológico. Esta suma de factores, según el susodicho Polaino, tiene efecto en sus relaciones: mayor promiscuidad, inestabilidad y sentimientos crónicos de no ser masculinos.
Únicamente en una fecha como el pasado Día de los Inocentes –tal como sucedió- podía despachar cinismo el vicesecretario del PP Javier Maroto, homosexual casado, al afirmar que su partido nunca tuvo problemas con la homosexualidad. Está visto que al Partido Popular no le interesa la memoria histórica, ni la más lejana ni la más próxima. Menosprecia ambas.
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