Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Opinión

Filatelia

 

Un sello dedicado a Miguel de Unamuno.
Un sello dedicado a Miguel de Unamuno.

[dropcap]N[/dropcap]o sé si es cierto o no, pero a mí me parece que el coleccionismo es connatural al Hombre. Puede que a los niños más que a las niñas. Ya digo que no estoy seguro, quizás por no haber tenido hijas, o porque cuando estudié  –antes de ir a la Universidad– lo hice en colegios e Instituto masculinos.

 

En mis compañeros de aquellos inolvidables colegios vi ese afán plasmado en los cromos, de coches, de aviones, de la Guerra de Corea, de Robín de los Bosques, Dumbo, Pinocho y muchas más que el tiempo se llevó con sus infancias.

Yo tuve mucha suerte. Un día llegó a mis manos un cuaderno de mis hermanos en el que estaban colocados muchos sellos de correos. Y me dieron unos sobres en el que había más. ¡Qué bonitos aquellos feísimos sellos con cabezas egregias! Así supe que hubo un rey que se llamó Alfonso XIII y antes su padre, Alfonso XII, e Isabel II. Y que España fue durante un tiempo República Española con dedicaciones a Pablo Iglesias, Castelar, Concepción Arenal, Juan de La Cierva y su autogiro… Historia, en una palabra, que aprendí sin que me motivara nadie. Y conocí también a los reyes de la Gran Bretaña, y a la repetida efigie de Marianne de Francia… Eran poco coloridos pero aprecié su minuciosa impresión.

Me dediqué a colocarlos –¡ay!– con pegamín. ¡Bendita ignorancia! Luego me costó mucho despegarlos, cuando me enteré que había que hacerlo con fijasellos.

Contagié esta afición a algunos de mis amigos, con los que cambiaba los «repes». Los otros nos decían que éramos tontos, que era una colección que nunca acabaríamos.

¡De acuerdo! Nunca las terminaríamos, pero ellos dejaron sus cromos, que pararon en el basurero, mientras que los neofilatélicos continuamos con nuestra afición, creciente con nosotros.

Así supe que además de personajes –¿qué habrían hecho para merecer estar en un sello?– había unos escudos que representaban a países, que DDR eran las siglas de la Alemania Oriental, CCCP las de la Unión Soviética, y tantas y tantas cosas que no venían en los libros y que nos trasmitíamos unos a otros. ¡Y los sellos de Francia! ¡Que maravillosos eran aquellos paisajes que, con una buena lupa, me cautivaron tanto por su trazado finísimo, en el que incluso se veían personas! Me preguntaba donde se situaban en aquel atlas que todos teníamos.

Un día fui con mi hermano José Santos a la calle de Juanelo, en el Rastro madrileño, que era el mercadillo de los cromos. ¡Qué multitud! La última vez que estuve en ella, hará unos 10 años, era lo mismo, ¡pero de pájaros!

Pero a mí lo que me entusiasmaba, y él lo sabía, eran los sellos y me llevó a la Plaza Mayor. ¡El impacto en mi alma fue fulminante!

Esos son mis recuerdos de niño. Pasaron unos cuantos años y yo seguí con mis colecciones. Además de la de España –que llevaba al día adquiriendo las series del Primer Día de Circulación en el edificio de Correos, en Cibeles–, tenía unas muy buenas de Alemania y Brasil, ésta gracias a mi hermano, que me las enviaba de allá. Pero no me voy a extender en este tema. Sólo contaré dos anécdotas.

Primera. En cierta ocasión mi hermano necesitaba en Brasil un libro técnico y me envió por correo la primera serie del Vaticano, nueva, de 1929, con el encargo de que la vendiese y le comprase lo que necesitaba. Su valor, en el catálogo Ivert, era de unas 900 a 1000 ptas. (estoy hablando de las de 1963) que era algo más de lo que costaba aquel libro. En una tienda de la Plaza Mayor me ofrecieron 115, y me dijeron que era lo más que iba a conseguir por ella. ¡Aún conservo aquellos valiosos sellos!

Segunda. En el 58 me dio por los sellos de Hungría y Polonia. ¡Eran preciosos, dedicados a animales o motivos heterogéneos que nada tenían que ver con aquellos países! Un día me encontré en la Plaza Mayor con mi profesor de Ciencias Naturales del Instituto Cervantes. Charlamos. Cuando le mostré mi interés por los sellos de estas naciones del Telón de Acero me aconsejó que no siguiese con ello, no por ser comunistas, sino porque sus gobiernos los hacían tan bellos con el fin de llenar sus arcas a base del dinero de los coleccionistas. El truco consistía en sacar series de 8 sellos: los 5 primeros para uso en cartas, y los 3 más caros para vender a quienes, por su afición, no podían librarse de hacerlo. Ello hacía que estos países estuviesen poco valorados. Y añadió que los prestigiosos eran Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Y que la edición de las colecciones de Vaticano y Mónaco era puramente crematística. ¡Eso me dijo! La de España estaba muy bien clasificada gracias a las series que se hacían todos los años dedicadas a un pintor; sobre todo, la de Velázquez había conseguido una altísima puntuación.

Aquel consejo me hizo recapacitar y no considerar los ejemplares por su belleza sino por su intención.

Durante muchos años permanecí fiel a esta distracción, que quedó reducida a la recepción de los nuevos sellos que me enviaba el Servicio Filatélico de Correos. Pero con cada entrega estaba más descontento. Y el colmo llegó cuando vi los dedicados a Lola Flores –¡gran artista, eso sí!– y a otro cantante –dicen que muy bueno en lo suyo– que murió por su drogadicción. Decidí que no me enviasen más.

Pero no me arrepiento de haber dedicado tantas horas a la Filatelia. Gracias a ella conocí geografía e Historia de un modo muy entretenido. ¡Quizás fuese ello el origen de muchas cosas que nacieron en mi mente!

5 comentarios en «Filatelia»

  1. Querido Emiliano,

    Al leer tu historia me han dado ganas de volver a juntar sellos pero para ello creo que sería importante poner unas reglas que serian las siguientes:

    1) Juntar un máximo de cien sellos o menos.
    2) En el momento de llegar al máximo deshacerse de la colección.

    Ya me dirás qué te parece este reglamento para el moderno filatélico.

    Un abrazo y hasta pronto,

    Emilio

    Responder
    • ¡No está mal! Mucha gente que me ha escrito mantiene la ilusión de las colecciones antiguas, incluso del siglo XIX. Les aplaudo y animo a que continúen con esa pasión

      Responder
    • ¡Al ver aquellos sellos de Alfonso XIII, y ver su crecimiento, vuelven otros recuerdos de mi infancia! Por ejemplo, de aquellos olvidados cromos de la Guerra de Corea, que fueron flor de un día. Y las canciones que se oían por la radio (eso es más fácil de recuperar) y tantas otras cosas de lo que se puede hablar…
      Un abrazo, David

      Responder

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios